jueves, 14 de abril de 2011

SEMANA SANTA 2011

SEMANA SANTA

Lema: “TU CRUZ, NOS DA VIDA Y NOS ACERCA AL HERMANO”


SABADO 16: Bendición de Ramos a Hs.19.00 en el Santuario de la Reducción: Misa.


DOMINGO DE RAMOS: BENDICION DE RAMOS

- Hs.09.00 Misa- Bendición de Ramos: Cap. Ntra Sra de la Merced – Ing. Mercedes.

- Hs.10.30 Misa - Bendición de Ramos: Cap. Ntra Sra del Carmen – Villa del Carmen.

- Hs.20.00 Bendición de Ramos en Iglesia Fundacional y procesióny Misa. ...Encargados…… Mov..de Schoenstatt



MARTES SANTO: No hay Misa en Sede Pquial -FIESTA A SAN EXPEDITO – Bo UOM - NOVENA: Dom. 10 al lunes 18 a Hs.20.00. -FIESTA: Martes 19: a Hs.19.00 Procesión y Santa Misa


TRIDUO PASCUAL

JUEVES SANTO: MISA DE LA CENA DEL SEÑOR Y VIGILIA NOCTURNA - Hs.19.30 Reducción ……Vigilia hasta Hs.03.00 (Capilla hasta hs.00.00).

- Hs.21.00 Sede Pquia(Encargados: CATEQUISTAS) - MONUMENTO: IGLESIA FUNDACIONAL. Encargados: A. de la Oración – O. de Vocaciones


VIGILIA: (en las Capillas hasta Hs.03.00)

Turnos:

22.30-23.30 A. Católica – Apost. De la Oración

23.30-00.30 Caritas – Divina Misericordia – UNER

00.30-01.30 Mov. De Schoenstatt – Equipo de Liturgia

01.30-02.30 Camino – Comunidad 1,2,3

02.30-03.30 Catequistas (Familiar, tradicional, especial)

03.30-04.30 Camino – Comunidad 4,6,7

04.30-05.30 Focolares – Opus Dei – Francis. de María

05.30-06.30 Renovación Carismática – Palestra

06.30–07.30 Asoc. Marta y Maria – Cap. N.S de la Merced

07.30-08.30 Equipo de Liturgia – Cap. N.S Candelaria.

08.30-09.30 Gruta S. José (V.Nueva) y O.de Vocaciones

09.30-10.30 Gta M.D.N y Cap. M. Milagrosa (la Tipas) 10.30-11.30 Camino 4 y Cap. S. Antonio (Oratorio)

11.30-12.30 Chicos de Catequesis – I.M - Focolares



VIERNES SANTO: PASION DEL SEÑOR: ADORACION DE LA SANTA CRUZ Y VIA CRUCIS

- Hs.15.00 Santuario: Celebración de la Pasión – Vía Crucis.

- Hs.18.00 Sede Pquial: Celebración de la Pasión – Encargados: FOCOLARES - VIA CRUCIS por la Quebrada…Encargados: COMUNIDAD CAMINO 1 Y 3


SABADO SANTO: VIGILIA PASCUAL

- Hs.10.00 El sr Arzobispo entrega los Oleos en la Catedral, retiran:…EQUIPO DE LITURGIA - Hs.19.30 Santuario de la Reducción.

- Hs.21.00 Sede Pquial. Encargados: EQUIPO DE LITURGIA…………………………


DOMINGO 24: PASCUA DE RESURRECCION.

- Hs.09.00 Santa Misa en Cap. Ntra Sra de la Candelaria – La Quebrada. - Hs.10.30 Santa Misa en Cap. Ntra Sra del Pilar – Bo El Pilar.

- Hs.20.00 ADORACION EUCARISTICA con confesiones…Encargados: O. de Vocaciones

- Hs.21.00 Santa Misa en Sede Pquial – Lules…Encargados: Obra de vocaciones

martes, 22 de marzo de 2011

Semana del 27 de Marzo al 2 de Abril de 2011 – Ciclo A Domingo 3º de Cuaresma

Domingo 27 de marzo de 2011 - Dom. 3º de Cuaresma.
Éx 17,3-7: ¿Qué puedo hacer con este pueblo?
Salmo responsorial 94: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: "No endurezcáis vuestro corazón."
Rom 5, 1-2.5-8: El amor ha sido derramado en nosotros con el Espíritu
Evangelio: Jn 4,5-42: Jesús conversa con la samaritana

Recordemos el carácter más o menos aleatorio que tiene la distribución de los textos bíblicos en la liturgia católica. No existe ninguna explicación de cómo se ha hecho tal distribución, ni de por qué tal texto en tal fecha. Una comisión lo decidió así, y no se conocen los criterios que siguió. Quien quiera puede conjeturar sobre ellos. Se observa una “asociación de ideas” o de imágenes entre la primera y la tercera lecturas, mientras la segunda con frecuencia va por sus caminos propios, sin ninguna relación a las otras. La sucesión de los domingos tampoco muestra un criterio claro (como podría ser el de dar pie a un proceso sistematizado de formación teológica o bíblica), ni se da oficialmente la libertad para que al menos algunas comunidades especiales (jóvenes, grupos de formación, ambientes especiales...) pudieran hacer su propio «calendario litúrgico»... Son temas que quedan pendientes para una próxima reforma litúrgica...
Por lo demás, es claro que los textos propuestos en la liturgia están siempre a disposición de una interpretación libre. Son como una poesía o una imagen simbólica: cada comunidad es libre de abordarlos desde el punto de vista que prefiera, y es casi imposible que dos cristianos, dos biblistas o agentes de pastoral encuentren la misma resonancia ante un mismo texto: a cada uno le evocará recuerdos y sugerencias de acción distintos. «Lo que se recibe, se recibe según el modo del que recibe», dice el adagio clásico. Aquí también.
Nuestro Servicio Bíblico Latinoamericano ofrece estos comentarios teológico-pastorales a los textos bíblicos de la liturgia (católica) también desde una sensibilidad propia, con un transfondo de opciones, de visión del mundo y de vivencia de la fe, propios. Y los ofrece con humildad, sabiendo que no son los únicos, ni los mejores; son simplemente los nuestros, los que podemos compartir con quienes sintonizan con esta espiritualidad que con frecuencia llamamos «latinoamericana», no necesariamente de un modo geográfico-material, sino en referencia a una «geografía espiritual».
Después de esta introducción que no es “propia de este domingo”, entremos de lleno al comentario de los textos.
El texto estrella es el de la samaritana. Prácticamente, el capítulo cuarto entero del evangelio de Juan. El famoso episodio del encuentro de Jesús con la samaritana.
Algo que nos parece importante siempre que se comenta un texto del evangelio de Juan, es la apelación a su carácter simbólico peculiar. Juan no es un evangelio sinóptico, no es un texto narrativo, ni lo que nos cuenta es probablemente histórico. Juan es un evangelio enteramente simbólico, en el que los símbolos han sido extrapolados hasta desplazar a la realidad. En Juan no hay símiles, sino identificaciones: Yo soy la vid, le hará decir Juan a Jesús; no “yo soy como la vid”, no, sino que “soy la vid verdadera”, las demás vides -las de la realidad- no son verdaderas. “Yo soy el Pan verdadero”: el resto de los panes son... sucedáneos. Yo tengo el agua verdadera, la que “salta hasta la vida eterna”, la otra no quita la sed...
Al comenzar a comentar cualquier texto del evangelio de Juan es bueno recordar este estilo literario y simbólico enteramente peculiar de Jesús. Por respeto al público oyente sencillo, es conveniente recordar muy claramente que no estamos escuchando sencillamente la narración de una conversación tal como fue, sino que se trata de una sofisticada composición teológica, con intenciones muy profundas y a veces nada fáciles de detectar. Y que, claro está, se inscribe en el mundo mental e ideológico peculiar de Juan, enormemente alejado del nuestro, y que esta barrera cultural que nos separa del autor exige prudencia para no dar por válida cualquier conclusión.
De entre las muchas interpretaciones de que este texto puede ser objeto, nos vamos a fijar en dos dimensiones menos acostumbradas, y muy elocuentes para hoy: la superación de la religión y, consecuentemente, la apertura al diálogo interreligioso.
Está de moda el diálogo interreligioso en la teología y en el cristianismo en general. La situación del mundo actual no sólo lo posibilita sino que lo hace intevitable. El mundo actual está “barajado’ religiosamente. A diferencia del pasado, en el mundo actual las sociedades son plurales, cultural y religiosamente. Las migraciones, los intercambios y la misma «mundialización», hacen que todas las religiones se encuentran hoy diariamente con las demás, constante e inevitablemente, mientras que durante milenios han vivido prácticamente aisladas, tan distantes, que cómodamente podían pensarse a sí mismas como únicas.
Jesús no vivió en este contexto pluralmente religioso como el nuestro, pero sí tenía que pasar por Samaria en sus viajes de Galilea a Jerusalén y viceversa. Este episodio simbólico del evangelio de Juan nos permite representarnos el comportamiento de Jesús respecto a este pueblo que, si bien no era propiamente de “otra religión”, era considerado incluso como más distante, por ser tenido como hereje o cismático.
Jesús dialoga con la samaritana, incluso por propia iniciativa. Juan no nos lo presenta como a la defensiva o sólo respondiendo. La iniciativa original, el acercamiento, es de Jesús.
Puede ser importante destacar que Jesús dialoga interreligiosamente porque tiene un transfondo de «teología pluralista de las religiones», diríamos en lenguaje actual, con evidente anacronismo. No es primero el diálogo, y después la teología de las religiones, sino al revés: porque se tiene una visión abierta de la relación entre las religiones, por eso es por lo que se puede dialogar interreligiosamente.
¿«Dónde hay que adorar, en Jerusalén o en Garitzín»?, le pregunta la samaritana. Es decir, ¿cuál es la religión verdadera? Y Jesús tiene una respuesta verdaderamente revolucionaria, que todavía no han asimilado los teólogos del pluralismo religioso. Jesús no dice que Jerusalén o Gartizín resulten opciones inválidas (religiones falsas), pero sí dice que quien quiera ir más al fondo («los verdaderos adoradores») no va a tener que ir ni a un lugar ni a otro, ni en una ni en otra religión, sino «en espíritu y en verdad», es decir, adentrándose verdaderamente en la «religación» profunda.

Es una respuesta revolucionaria: las religiones son relativas, hay algo más allá de ellas, a cuyo servicio están todas. No hay una religión absoluta, a la que todas las demás deban ceder el paso. La única religiosidad absoluta (la “única religación verdadera”) es la «adoración en espíritu y en verdad», más allá de una u otra religión.
Un autor como Thomas Sheehan (The First Coming: How the Kingdom of God Became Christianity, Random House 1986), sostiene que la novedad de Jesús consiste en la abolición de todas las religiones, de forma que podamos redescubrir nuestra relación con Dios (religación) en el mismo proceso de la creación y de la vida, en la historia. Puede asustar semejante afirmación, pero sólo de entrada. Recordando bien, sabemos que Jesús no «fundó» la Iglesia (es ésta la que se fundó después, y se fundó en Jesús). Jesús siempre se mantuvo judío, y nunca pensó en fundar otra religión, sino en todo caso en superarla. ¿Habrá sido el cristianismo una dimidiada inteligencia de lo que Jesús quería, aquello que luego cristalizó en el siglo IV en medio de los enormes condicionamientos históricos de aquella época marcada por un imperio en decadencia? ¿Será que hoy, en medio de una grave crisis de las religiones y particularmente de las instituciones religiosas, se nos presenta una nueva y mejor oportunidad de entender y poner en práctica el mensaje de Jesús? No sabemos, pero la vuelta a Jesús nos invita a reflexionar y discernir con humildad, y a buscar con paciencia.
Se extiende y se cita cada día más la distinción entre «religión y religación»... siendo lo importante lo segundo, la «religación» -sin atarse demasiado a su etimología-, mientras que la religión, las religiones, no serían más que formas concretas diferentes que esa dimensión profunda del ser humano ha adoptado a lo largo de la historia. Lo importante -es obvio- no son las formas, sino el contenido que vehiculan, la dimensión profunda a la que responden. ¿Y quién nos dice que esa dimensión profunda no puede asumir otras formas diferentes, o que no las está asumiendo ya, y que eso que llamamos crisis de la religión no es más que una transformación de las formas que la religación va a adoptar en el (próximo) futuro? Probablmente la crisis de la religión va a ser -o está siendo ya- la oportunidad de la religación.
Respecto a la gravedad de la crisis de las religiones, se puede consultar un documento reciente, significativo, el Informe Jóvenes españoles 2010 (Fundación Santa María, Madrid 2010, el octavo informe de la Fundación desde que comenzó en 1982). Y como reflexión teórica, proponiendo una interpretación antropológico-cultural de la crisis global de la religión, recomendamos Mariá CORBÍ, Religión sin religión, PPC, Madrid 1986 (disponible en: www.servicioskoinonia.org/biblioteca), así como este artículo: http://servicioskoinonia.org/relat/352.htm

Para la revisión de vida
- Jesús dice a la samaritana que «los verdaderos adoradores, adorarán al Padre en espíritu y en verdad», es decir, con el corazón, desde lo profundo, y con las obras de la justicia y del amor, no tanto con ritos o prácticas de «la religión verdadera» (Jerusalén o Garitzín). Mi religión... ¿está todavía muy pendiente de lo superficialmente «religioso», o apunta hacia la profundidad de la «religación», de una «religión más allá de la religión formal»? ¿Qué tipo de culto le doy yo a Dios? ¿«En espíritu y en verdad»? ¿Veo el templo como un valor absoluto, o reconozco que Dios habita, sobre todo, en los pobres, en la justicia y el amor?

Para la reunión de grupo
- Las respuestas de Jesús a las dudas e inquietudes de la mujer samaritana se elevan a principios fundamentales que hoy han cobrado palpitante actualidad en el tema del “pluralismo religioso”. ¿Dónde hay que adorar, en Jerusalén o en Garitzín? ¿Cuál es «la religión verdadera»? ¿Qué sentido tiene esta pluralidad tan numerosa de religiones? ¿Hay una religión que es la verdadera frente a las demás? ¿El Tíber de Roma es mejor que el Jordán de Palestina, o el Ganges de la India, o el Támesis de Londres o cualquiera de los “ríos sagrados” que dan cauce a las expresiones religiosas de la humanidad? Analizar en grupo la respuesta de Jesús a la samaritana. Ver su aplicación hoy día no ya a la alternativa Jerusalén/Garitzín, sino a la problemática tan llamativa del pluralismo religioso. - Tomar algún otro de los temas teóricos sugeridos en el comentario a las lecturas, con su bibliografía sugerida, y organizar una reunión de estudio.

Para la oración de los fieles
- Para que como Jesús tengamos una actitud de apertura y diálogo hacia todos los hermanos, sean de la religión que sean. Roguemos al Señor
- Para que acojamos con respeto y con cariño la pluralidad religiosa creciente de nuestras sociedades, cultivando actitudes de apertura, de convivencia fraterna y de colaboración. Roguemos al Señor.
- Para que pongamos el acento en ser religiosos «en espíritu y en verdad», como pedía Jesús, seguros de que ahí nos encontraremos con todos los hermanos y hermanas de todos los credos. Roguemos...
- Para que aquellos que, en nuestra sociedad moderna, mueren de sed de amor, de cariño, de compañía, encuentren personas cercanas y solidarias. Rogamos...
- Para que todos los que viven sirviendo a sus hermanos nunca desfallezcan por cansancio ni desánimo. Roguemos...
- Para que asumamos con esperanza los desafíos y las oportunidades que nos presenta la crisis actual de las religiones. Rogamos...

Oración comunitaria
Dios, Padre Madre universal, que en Jesús nos indicas cuál es la verdadera religión, más allá de toda religión formal. Haz que comprendamos que ha llegado la hora en que como verdaderos adoradores te adoremos en espíritu y en verdad, en justicia y amor, en apertura y solidaridad con todos nuestros hermanos y hermanas. Como nos enseñó Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.

Misterio infinito cuya sed han sentido todos los humanos desde el comienzo de su existencia... que has hecho emerger en la conciencia colectiva de los pueblos innumerables formas de reverencia, de adoración, de mística, de transcendencia... de religación o espiritualidad, expresada después, en los últimos milenios, en las religiones, grandes y pequeñas, de todos los pueblos... Continúa animando, inspirando, moviendo en lo profundo, vitalizando la inmensa religación que nos une y nos transforma, a la búsqueda de formas más adecuadas para comulgar en Espíritu y en Verdad.

lunes, 14 de marzo de 2011

2º DOMINGO DE CUARESMA 2011

SEMANA DEL 20 AL 26 DE MARZO DE 2011
CICLO A DOMINGO 20 DE MARZO DE 2010 - 2º DE CUARESMA

Gn 12,1-4ª: Vocación de Abrahán, padre del pueblo de Dios
Salmo responsorial 32: Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti
2 Tim 1,8b-10: Dios nos llama y nos ilumina
Mt 17,1-9: La transfiguración


MEDITACION
Abraham y Sara pertenecían a un clan de pastores seminómadas, de los muchos que buscaban pastos para sus rebaños lejos de las ciudades-estado que, por los años 1800 aC. se estaban organizando en Mesopotamia y a lo largo de las costas del Mediterráneo. Abraham fue uno de los muchos grupos que emigraban, lo mismo que hoy, «buscando la vida». En ese andar luchando por la vida descubrieron el llamado de Dios a dejarlo todo y fiarse de su promesa de vida. Dios promete a Abraham que será padre de un pueblo numeroso y que tendrá una tierra, la “tierra prometida”. Es lo que anhelan sus corazones, lo que necesitan para vivir una vida humana y digna. Hoy son muchas las “minorías abrahámicas” que siguen escuchando el llamado de Dios, que les invita a buscar nuevas formas de “vida prometida” para todos los hijos de Dios. Hoy también hay muchísimos desplazados por el sistema neoliberal globalizado, que crea marginación y expulsa a los más débiles de sus tierras. Son los nuevos Abrahán y Sara, que lo dejan todo en busca de la vida digna que se les está negando.
A Abraham se le considera «padre en la fe» de tres religiones importantes: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam.
La segunda carta de Timoteo nos asegura que la Palabra de Dios no está encadenada. Ella hace su propio camino en medio de los muchos caminos del pueblo. Aunque hagamos muchas lecturas interesadas de ella, el Espíritu siempre encontrará las formas de echarla a volar, sobre todo en manos de los que buscan mejores situaciones de vida en dignidad y justicia, como Abrahán y Sara, o como los desplazados de hoy. Todos ellos, minorías abrahámicas o mayorías desplazadas, están pronunciando con su vida el rechazo a este sistema excluyente que ha perdido la brújula, y que podría encontrarla con la Buena Noticia de Jesucristo.
La escena de la transfiguración que nos relatan los evangelios es también un símbolo de esas otras muchas experiencias de transfiguración que todos experimentamos. La vida diaria se vuelve gris, monótona, cansada, y nos deja desanimados, sin fuerzas para caminar. Pero he aquí que hay momentos especiales, con frecuencia inesperados, en que una luz prende en nuestro corazón, y los ojos mismos del corazón nos permiten ver mucho más lejos y mucho más hondo de lo que estábamos mirando hasta ese momento. La realidad es la misma, pero nos aparece transfigurada, con otra figura, mostrando su dimensión interior, esa en la que habíamos creído, pero que con el cansancio del caminar habíamos olvidado. Esas experiencias, verdaderamente místicas, nos permiten renovar nuestras energías, e incluso entusiasmarnos para continuar marchando luego, ya sin visiones, pero «como si viéramos al Invisible».
Todos necesitamos esas experiencias, como los discípulos de Jesús la necesitaron. Nosotros no podemos encontrarnos con Jesús en el Tabor de Galilea. Necesitamos buscar nuestro Tabor particular, las fuentes que nos dan fuerzas, las formas con las que nos arreglamos para lograr renovar nuestro compromiso primero, siendo la oración, sin duda, el más importante

Para la revisión de vida
- El motor de la vida es la esperanza, la utopía, el futuro que añoramos… Y todo depende de nuestra visión, de lo que vemos, de si nuestra mirada sólo capta lo inmediato y rastrero que nos rodea, o si es capaz de penetrar en ello y descubrir lo profundo y lo elevado… «Todo es según el color del cristal con que se mira»… ¿Cómo es mi mirada? ¿Más allá de lo inmediato que me rodea soy capaz de ver la trastienda de eternidad, de profundidad de sentido, de presencia de Dios… que hay detrás de cada circunstancia? ¿Soy capaz de transfigurar la mirada? ¿Qué debo hacer para conseguirlo?

Para la reunión de grupo
- Abraham es la figura que mejor expresa, para el Primer (o Antiguo) Testamento, la fe. Dejarlo todo, romper con todo, e irse a «la tierra que Yo te mostraré», sin seguridades, sin saber, sólo confiando en la Palabra de Dios. ¿Qué relación podemos establecer a esta lectura con la transfiguración? ¿Por qué?- El pasaje de la transfiguración puede causar un malentendido, si nos lleva a imaginar que Jesús "por dentro", o sea, en su conciencia psicológica, sabía y veía y sentía todo como Dios, sólo que lo estaría disimulando o reprimiendo continuamente... Tema difícil, pero importante, éste de la "conciencia psicológica" de Jesús. Tal vez puede ser oportuno tener una charla, un intercambio con una persona entendida en cristología... - Más allá de lo que históricamente pudo ser el “hecho” de la transfiguración, en el evangelio nos es trasmitido como una narración simbólica que contiene una afirmación teológica sobre Jesús, para alimento de nuestra fe: - ¿cuál es la afirmación teológica, lo que Mateo está queriendo aludir sobre el mesianismo de Jesús (las figuras-símbolo que aparecen acompañándole, y sobre todo las palabras que se escuchan -muy elocuentes-)?, y- ¿qué interpretación o reinterpretación (una o varias) se puede dar al “símbolo” de la “transfiguración” para hacerlo significante en nuestra vida hoy día?

Para la oración de los fieles
- Para que las tres religiones «abrahámicas», que se remiten a Abraham como «padre de los creyentes», muestren fehacientemente que son hermanas y que dialogan y colaboran y se aman, roguemos…
- Para que seamos capaces de salir de nuestra tierra, de nosotros mismos, de nuestras seguridades, de nuestro egoísmo, de los estrechos límites de nuestro pequeño mundo… para ir la tierra que Dios nos muestra cada día en las necesidades de los hermanos, roguemos...
- Para que no tengamos miedo a abandonar nuestras seguridades por seguir la llamada de Dios, única roca sobre la que podemos construir sólidamente nuestra vida y nuestra sociedad, roguemos...
- Para que el Señor nos dé capacidad de mirar la vida con penetración, para ver lo que hay en el fondo de ella, más allá de las apariencias, roguemos...
- Para que no nos quedemos en las apariencias que figuran externamente, y descubramos lo que configura la realidad profunda de las situaciones y las personas, roguemos...
- Para que el Señor nos dé fe, fuerza en la mirada, potencia en el corazón, ojos nuevos y luz mayor… para ver la realidad transfigurada, roguemos...

Oración comunitaria
- Dios Padre, Madre, Sabiduría eterna, Visión infinita, Intuición total: danos profundidad en la mirada, potencia en el corazón, luz en los ojos del alma, para que seamos capaces de transfigurar la realidad y contemplar tu gloria ya ahora, en nuestra peregrinación terrestre, por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.
SEMANA DEL 13 AL 19 DE MARZO DE 2011
CICLO A DOMINGO 13 DE MARZO DE 2010 - 1º DE CUARESMA, CICLO A

Gn 2,7-9; 3,1-7: Creación, y pecado de los primeros padres.
Salmo responsorial 50: Misericordia, Señor: hemos pecado.
Rom 5,12-19: Donde abundó el pecado, sobreabundó la graciaEvangelio:
Mt 4,1-11: Jesús ayuna durante cuarenta días y es tentado

Los comentarios bíblico

-litúrgicos para ayudar a la elaboración de las homilías dominicales de este típico “domingo de las tentaciones”, el primero de cuaresma, suelen presentar en esta ocasión un sencillo paralelismo antagónico: la primera tentación fue la que se le presentó a Eva, que acabó en el pecado, y ha habido otra escena de tentación, la de Jesús en el desierto, que acabó en victoria, de la que podemos tomar ejemplo. En esta línea es muy fácil encontrar comentarios en la red. Por eso mismo quisiéramos nosotros hacer esta vez una aportación en sentido crítico. Obviamente, este aspecto no será apropiado para convertirlo sin más en una homilía... pero creemos que tampoco sería bueno que una homilía olvide este aspecto crítico. En cada caso, cada agente de pastoral sabrá lo que su comunidad necesita, y sabrá encontrarlo en otros puntos de servicio bíblico-litúrgico de internet.
La primera lectura de este domingo reúne, resumidamente, dos importantes relatos bíblicos: el de la creación y el del pecado original. Son muy significativos, muy importantes, y hoy día, también muy problemáticos.
Es importante hacer recordar a los oyentes que estos textos, y todos los que forman el grupo de los once primeros capítulos del Génesis, que se refieren a los inicios de la «historia de la Salvación», han sido entendidos desde siempre de un modo literal. Todas las generaciones que nos precedieron en la fe los entendieron así. Seguramente que nuestros padres - y ciertamente nuestros abuelos- nunca pensaron otra cosa, y muchos cristianos actuales también lo piensan. Desde tiempo inmemorial, estos textos han fungido para muchísimas generaciones, como la fuente de su comprensión del mundo y de la historia. Las “coordenadas generales” que estos mitos trazan (Dios arriba, naturaleza abajo, un acto de creación, una creación distinta del ser humano, Dios que prohíbe comer el fruto del árbol, la desobediencia del ser humano que se convierte en el «pecado original» que transformará la suerte de toda la humanidad posterior, el papel especialmente importante de la mujer en este pecado, el enfado de Dios, su ruptura de relaciones con la Humanidad después de comer el fruto prohibido...), han sido para toda esa humanidad judeocristiana de los tres mil últimos años, el “paradigma” desde el que han entendido tanto el mundo, como a Dios, como a sí mismos, es decir, la realidad entera. Estamos ante unos mitos religiosos ante los que hay que descalzarse, como quien pisa tierra sagrada.
Es importante recordar a los oyentes que hoy no creemos que estos relatos haya que entenderlos así, literalmente. Es decir: que hoy sabemos que la Biblia no puede decirnos cómo fue el origen del cosmos, ni el del ser humano. Que la Biblia no contiene mensajes de física, ni de química, ni de biología evolutiva, ni de geofísica o astrofísica... que nos informen sobre todos esos campos. Y que por tanto se puede ser cristiano y aceptar razonablemente lo que la ciencia nos dice hoy, incluidas las opiniones contrarias a tantas afirmaciones y supuestos incluidos en estos relatos bíblicos.
Es importante hacer caer en la cuenta de que esta nueva manera de entender los textos bíblicos no fue fruto de un descubrimiento fácil e ingenuo, sino una trabajosa intuición de los biblistas y teólogos, seguida de un difícil proceso de elaboración, y que durante todo ese tiempo hubieron de enfrentarse a la oposición y a la condena de las autoridades de sus respectivas Iglesias. En el campo de los católicos, apenas hace 100 años que Roma volvía a proclamar el carácter histórico de los once capítulos primeros del génesis, y reiteraba la condena a quien se atreviera a pensar lo contrario.
Todo cristiano medianamente formado puede tener su opinión sobre el origen del mundo, igual que puede tener sus opiniones en política, en medicina o en psicología, libremente, sin coacción, y sin que haya ninguna opinión oficial de la Iglesia en esos campos. Los relatos bíblicos están en otro plano, un plano simbólico, que no afecta al campo autónomo de la ciencia.
Hay que aclarar que hoy no sostenemos que el símbolo judeo-cristiano del llamado «pecado original» tenga un fundamento histórico. No hay por qué sostenerlo. Más bien resulta prácticamente imposible, por cuanto lo más probable es que no hubo un solo filón de surgimiento de nuestra especie y el poligenismo es hoy la opinión más común de la ciencia. La proclamación que la Iglesia católica hizo del monogenismo en el siglo pasado se debió al espejismo de pensar que el significado del símbolo del pecado original dependía efectivamente de un pecado histórico que habría cometido una primera pareja de la que descendemos absolutamente todos los hombres y mujeres.
Especialmente importante es aclarar que hoy día resulta del todo inverosímil -teológicamente hablando- todo el conjunto simbólico de la tentación y el pecado original: pensar que toda la humanidad esté en una situación de postración espiritual (que sea una «massa damnata», una multitud condenada, como decía san Agustín) a raíz de un supuesto primer pecado de una supuesta primera pareja, y pensar que debido a él Dios rompió sus relaciones con la Humanidad, y que esa ruptura no sería solventada sino con la sangre de la muerte en cruz del Hijo de Dios, tal y como ha sido presentado por la tradición más común y constante del cristianismo, resulta hoy inaceptable, y que por tanto deben sentirse aliviados todos los que se sienten incómodos ante las acostumbradas explicaciones homiléticas al respecto, tan parecidas a las catequesis infantiles que recibimos cuando fuimos niños.
Otras varias salvedades y comentarios críticos también muy importantes se podrían hacer entre los temas implicados en esos dos grandes relatos bíblicos que han sido juntados en la primera lectura de este domingo (por ejemplo sobre la «transcendencia» de Dios que ahí se presenta como obvia, sobre la imagen misma de “theos”, la visión negativa de la realidad que conlleva la creencia en un primer «pecado primordial», la terrible culpabilización e inferiorización de la mujer causada por ese texto...). Ya hemos dicho que no pretendemos que esta lista de advertencias críticas sea el contenido de una homilía, sino simplemente un trasfondo crítico a tener en cuenta a la hora de hablar de las “tentaciones” y del “pecado”, para lo que sin duda se encontrará mucho material en los numerosos portales de servicio bíblico de la red.
Es importante que digamos claramente, e insistamos, en que se puede ser cristiano y ser persona de hoy en sus opiniones científicas. Y que hay otras formas de hablar del la realidad del mal y del pecado, que la de tomar como única referencia unos mitos religiosos elaborados hace dos milenios y medio.
Finalizamos diciendo que ya que tantas veces hemos insistido en el pecado original y en sus fatales consecuencias para toda la humanidad, sería bueno compensar esa actitud refiriéndonos a lo que hoy intuye la teología de frontera: que, más bien, lo original no fue un pecado, sino una bendición... Puede ayudar el libro de FOX, Mathew, “Original Blessing”, Bear & Company 1983; traducción: La bendición original. Una nueva espiritualidad para el hombre del siglo XXI, Obelisco, Barcelona 2002, 410 pp

Para la revisión de vida

- Comienza uno de los llamados «tiempos fuertes» del año litúrgico. No precisamente un tiempo «light», ni siquiera un tiempo ordinario. ¿Qué voy a hacer para que esta Cuaresma no se me pase sin darme cuenta, sino viviéndola a fondo? La Cuaresma es una «cuenta regresiva» de 40 días hasta la Pascua… El objetivo al que apuntamos desde el principio de la Cuaresma es la Pascua misma…

Para la reunión de grupo

- El objetivo del relato del pecado de Adán y Eva no es contar un pecado concreto, por muy importante que pudiera ser; el texto es un «mito» bíblico para algo más profundo: «explicar» la presencia del mal en el mundo. ¿Por qué hay mal? ¿Por qué el dolor? ¿Por qué la muerte?... De eso es de lo que el relato bíblico está hablando, a su manera «mítica». ¿Podemos expresar nosotros su mensaje de una forma más “racional” o “teológica”? O sea: ¿cuál es el mensaje teológico del mito del pecado original?- Con el relato de las tentaciones de Jesús ocurre algo parecido: no es la crónica o el reportaje periodístico de algo que le pasó a Jesús, sino una composición simbólica que quiere darnos un mensaje teológico. Las tres tentaciones que se dice que sufre Jesús corresponden a tres grandes dimensiones de la respuesta de fe del pueblo de Israel (de ahí su correspondencia con el Primer [o Antiguo] Testamento) y de todo ser humano. ¿Cuáles son esas grandes dimensiones? ¿Estamos de acuerdo con esa teología? Veinte siglos más tarde, ¿lo expresaríamos nosotros igualmente o con alguna variante añadida? - El teólogo Mathew Fox insiste en que el verdadero principio de nuestra historia no es un pecado original, sino una «bendición original»... Comentar.

Para la oración de los fieles

- Para que la Iglesia confíe siempre y por encima de todo en la Palabra de Dios y en su fuerza liberadora. Roguemos al Señor...

- Para que hagamos caso a las voces que nos llaman a buscar una sociedad más justa y un ser humano más fraterno. Roguemos...

- Para que nos reafirmemos cada día en nuestra fe en un Dios de vida y de vivos. Roguemos...- Para que, frente al individualismo y el egoísmo, nosotros pongamos el valor de la solidaridad entre las personas. Roguemos...

- Para que seamos conscientes de que Dios está siempre a nuestro lado, aunque a veces no lo parezca, en la tentación y en las dificultades. Roguemos...

- Para que la Eucaristía que celebra nuestra comunidad nos anime a ser más consecuentes con nuestra fe y nuestra esperanza. Roguemos...

Oración comunitaria

Oh Dios que sabes que nuestra vida humana está sometida a tantos influjos, presiones, tentaciones, repulsiones… y también a tantos estímulos, inspiraciones y buenos ejemplos; te pedimos que la atracción y el influjo del bien sea mucho más fuerte en nuestra vida que la tentación y la fuerza del mal, y que el ejemplo modélico de Jesús nos ayude a seguirle por el camino del amor y del bien. Te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén. Señor, tú que animas nuestra fe, consolidas nuestra esperanza y fortaleces nuestro amor, haz que apostemos siempre por el bien, la justicia y la paz, de modo que tu Reino crezca siempre, superando toda tentación de construir este mundo y esta sociedad sin contar contigo en nuestra vida. Te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.

miércoles, 9 de marzo de 2011

MENSAJE DE CUARESMA - 2011

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA 2011
«Con Cristo sois sepultados en el Bautismo, con él también habéis resucitado»
(cf. Col 2, 12)

Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma).
1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo» comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.
El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.
Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia.
2. Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor —la fiesta más gozosa y solemne de todo el Año litúrgico—, ¿qué puede haber de más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él.
El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.
El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.
La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín.
El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz».
Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.
El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.
3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).
En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma”» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.
En todo el período cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo. La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán» (cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con él que «nadie podrá quitarnos» (cf. Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna.
En síntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es «hacerme semejante a él en su muerte» (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como san Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo. El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.
Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico. Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna.
Vaticano, 4 de noviembre de 2010
BENEDICTUS PP. XVI

NOTICIAS

El verdadero ayuno, nutrirse de la Palabra de Dios, dice el Papa
Invita a todos a vivir el “recorrido bautismal” de la Cuaresma
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 9 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI explicó hoy que el ayuno no es un fin en sí mismo, sino el “signo externo” de una “realidad interior”, que es el de saber “vivir del Evangelio”.
Benedicto XVI quiso dedicar su catequesis de hoy, Miércoles de Ceniza, a reflexionar sobre la Cuaresma y sobre las prácticas piadosas ligadas a ella, que son el ayuno, la oración y la limosna.
El ayuno “significa la abstinencia de la comida, pero comprende otras formas de privación en aras de una vida más sobria”.
Sin embargo, “todo esto no constituye todavía la realidad plena del ayuno: es el signo externo de una realidad interior, de nuestro compromiso, con la ayuda de Dios, de abstenernos del mal y de vivir el Evangelio”.
“No ayuna de verdad quien no sabe nutrirse de la Palabra de Dios”, afirmó el Papa.
“El ayuno, en la tradición cristiana, está ligado estrechamente a la limosna”, afirmó el Papa
En este sentido, recordó con san Agustín que tanto el ayuno como la limosna son “las dos alas de la oración”, que le permiten alcanzar mayor impulso y llegar a Dios.
“La Iglesia sabe que, por nuestra debilidad, es muy fatigoso hacer silencio para ponerse delante de Dios, y tomar conciencia de nuestra condición de criaturas que dependen de Él y de pecadores necesitados de su amor”, subrayó el Papa.
Por esto, “en Cuaresma, nos invita a una oración más fiel e intensa y a una meditación prolongada sobre la Palabra de Dios”.
Pero ante todo, en línea con su Mensaje para la Cuaresma de este año, el Pontífice invitó a todos los fieles a “revivir” el propio bautismo, pues la Cuaresma, y especialmente en este ciclo litúrgico A, ha sido en la tradición de la Iglesia el itinerario que los catecúmenos debían recorrer antes de recibir el sacramento la noche de Pascua.
El Papa invitó a todos a vivir este “itinerario bautismal”, para “reavivar en nosotros este don y para hacer de modo que nuestra vida recupere las exigencias y los compromisos de este Sacramento, que está en la base de nuestra vida cristiana”.
“Desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo, paso a paso: en él se realiza ese gran misterio por el que el hombre, muerto al pecado, es hecho partícipe de la vida nueva en Cristo Resucitado y recibe el Espíritu de Dios”.
Las lecturas de los próximos domingos, explicó el Pontífice, “se toman precisamente de la tradición antigua, que acompañaba al catecúmeno en el descubrimiento del Bautismo: son el gran anuncio de lo que Dios obra en este Sacramento, una estupenda catequesis bautismal dirigida a cada uno de nosotros”.
El Papa fue desgranando uno por uno el significado de los evangelios de cada uno de los cinco domingos próximos, explicando también cuáles eran los pasos (escrutinios, adhesión al Credo, iniciación a la oración cristiana) que el catecúmeno debía seguir durante este itinerario.
Exhortó a los fieles a estar “atentos a acoger la invitación de Cristo a seguirlo de un modo más decidido y coherente, renovando la gracia y los compromisos de nuestro Bautismo, para abandonar el hombre viejo que está en nosotros y revestirnos de Cristo”.
La Cuaresma, añadió por último, “es un camino, es acompañar a Jesús que sube a Jerusalén, lugar del cumplimiento de su misterio de pasión, muerte y resurrección”.
Así, explicó, “nos recuerda que la vida cristiana es un “camino” que recorrer, que consiste no tanto en una ley que observar, sino la persona misma de Cristo, a la que hay que encontrar, acoger, seguir”.
“Es sobre todo en la Liturgia, en la participación en los santos misterios, donde somos llevados a recorrer este camino con el Señor; es un ponernos a la escuela de Jesús, recorrer los acontecimientos que nos han traido la salvación”.
Pero esta vivencia no es “una simple conmemoración, un recuerdo de hechos pasados”, sino que “en las acciones litúrgicas, Cristo se hace presente a través de la obra del Espíritu Santo, esos acontecimientos salvíficos se vuelven actuales”.
Participar en la Liturgia, concluyó, significa “sumergir la propia vida en el misterio de Cristo, en su presencia permanente, recorrer un camino en el que entramos en su muerte y resurrección para tener la vida”.


Benedicto XVI: limosna, oración y ayuno, “trazado de la pedagogía divina”
Misa del Miércoles de Ceniza en Santa Sabina
ROMA, miércoles 9 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- La limosna, la oración y el ayuno, las tres obras fundamnetales de piedad previstas por la ley mosaica y citadas por Jesús en el Evangelio de este Miércoles de Ceniza, representan el “trazado de la pedagogía divina”.
Así lo afirmó el Papa Benedicto XVI durante la misa con imposición de las Cenizas, celebrada hoy en la Basílica romana de Santa Sabina, con la que comienza el tiempo de Cuaresma.
En el pasaje evangélico del día (Mt 6,1-6, 16-18), Jesús recuerda que la limosna, la oración y el ayuno caracterizan al judío observante de la ley.
“Con el paso del tiempo, estas prescripciones habían sido manchadas por la herrumbre del formalismo exterior, o incluso se habían transformado en un signo de superioridad.”, explicó el Papa.
“Cuando se realiza algo bueno, casi instintivamente nace el deseo de ser estimados y admirados por la buena acción, de tener una satisfacción”.
Esto, indicó, “por una parte nos cierra en nosotros mismos, y por la otra nos saca de nosotros mismos, porque vivimos proyectados hacia lo que los demás piensan de nosotros y admiran en nosotros”.
Al volver a proponer estas prescripciones, Jesús “invita a redescubrir estas tres obras de piedad viviéndolas de modo más profundo, no por amor propio sino por amor de Dios, como medios en el camino de conversión a Él”.
“Limosna, oración y ayuno: es el trazado de la pedagogía divina que nos acompaña, no solo en Cuaresma, hacia el encuentro con el Señor Resucitado; un trazado que recorrer sin ostentación, en la certeza de que el Padre celeste sabe leer y ver también en el secreto de nuestro corazón”.
Conversión sincera
El tiempo litúrgico de la Cuaresma, prosiguió el Pontífice, exhorta al compromiso de “convertir nuestro corazón hacia los horizontes de la Gracia”.
“En general, en la opinión común, este tiempo corre el riesgo de ser connotado por la tristeza, por la oscuridad de la vida”, reconoció.
La Cuaresma, en cambio, “es un don precioso de Dios, es un tiempo fuerte y denso de significados en el camino de la Iglesia, es el itinerario hacia la Pascua del Señor”.
Este tiempo invita no a una “conversión superficial y transitoria”, sino a “un itinerario espiritual que tiene que ver profundamente con las actitudes de la conciencia y que supone un sincero propósito de arrepentimiento”.
Esta conversión auténtica, indicó, “es posible porque Dios es rico en misericordia y grande en el amor. La suya es una misericordia regeneradora, que crea en nosotros un corazón puro, renueva en el interior un espíritu firme, restituyéndonos la alegría de la salvación”.
La Cuaresma, por tanto, es “un camino de cuarenta días donde experimentar de modo eficaz el amor misericordioso de Dios”, “conscientes siempre de no poder llevar a cabo nuestra conversión nosotros solos, con nuestras fuerzas, porque es Dios quien nos convierte”.
“Todos pueden abrirse a la acción de Dios, a su amor”, recordó Benedicto XVI.
“Con nuestro testimonio evangélico, los cristianos debemos ser un mensaje viviente, al contrario, en muchos casos somos el único Evangelio que los hombres de hoy leen aún”.
La responsabilidad de los cristianos, afirmó, es la de “vivir bien la Cuaresma: ofrecer el testimonio de la fe vivida a un mundo en dificultad que necesita volver a Dios, que tiene necesidad de conversión”.
Procesión por Roma
Benedicto XVI inició con la oración “Reaviva en nosotros la idea de que somos polvo y en polvo nos convertiremos” la ceremonia del jueves de cuaresma, en la asamblea de oración realizada en la iglesia de San Anselmo, abadía primacial del orden de los Benedictinos.
Aquí en el monte Aventino, uno de los siete de Roma originaria, en una tarde fría y soleada, la procesión partió con el canto de las Letanías de Todos los Santos hacia la vecina iglesia paleocristiana (siglo V) de Santa Sabina.
El cortejo que se desplazó a paso lento, encabezado por los monjes con sus hábitos negros los benedictinos y blanco y negro los dominicos, seguidos por sacerdotes, obispos, cardenales y el Santo Padre.
El jueves de cenizas es considerado la puerta de ingreso de la Cuaresma y tiene un doble significado: invita a la penitencia y recuerda la precariedad de la condición humana.
Al ingreso de Santa Sabina, donde se celebró la eucaristía y el rito de la bendición e imposición de las cenzas, el Coro de la Capilla Sixtina entonaba en polifónico el “ Attende Domine, et miserere quia peccavimus tibi” que se alternaba con el canto gregoriano de los monjes.
El Papa que hasta Santa Sabina endosaba el color púrpura, después del ingreso tomó los paramentos violas, el color de la penitencia, y la mitra blanca.
Después de bendecir las cenizas con la aspersión del agua bendita, el Pontífice recibió las cenizas en su cabeza por el cardenal eslovaco Jozef Tomko, prefecto emérito de la Congregación para la Evangelización de los pueblos y titular de Santa Sabina.
El Papa impuso las cenizas a diversos purpurados, eclesiásticos y fieles, y después prosiguió la celebración de la santa misa, que concluyó con el coro que cantaba el Ave Regina Coelorum.


Benedicto XVI: El recorrido bautismal de la Cuaresma
Hoy en la Audiencia General
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 9 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la catequesis que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy Miércoles de Ceniza, durante la Audiencia General celebrada en el Aula Pablo VI.
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Queridos hermanos y hermanas,
Hoy, marcados por el austero símbolo de las Cenizas, entramos en el Tiempo de Cuaresma, iniciando un itinerario espiritual que nos prepara a celebrar dignamente los misterios pascuales. La ceniza bendecida impuesta sobre nuestra cabeza es un signo que nos recuerda nuestra condición de criaturas, nos invita a la penitencia y a intensificar el empeño de conversión para seguir cada vez más al Señor.
La Cuaresma es un camino, es acompañar a Jesús que sube a Jerusalén, lugar del cumplimiento de su misterio de pasión, muerte y resurrección; nos recuerda que la vida cristiana es un “camino” que recorrer, que consiste no tanto en una ley que observar, sino la persona misma de Cristo, a la que hay que encontrar, acoger, seguir. Jesús, de hecho, nos dice: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga" (Lc 9,23). Es decir, nos dice que para llegar con Él a la luz y a la alegría de la resurrección, a la victoria de la vida, del amor, del bien. También nosotros debemos tomar la cruz de cada día, como nos exhorta una bella página de la Imitación de Cristo: "Carga con tu cruz y sigue a Jesús; así irás hacia la vida eterna. Él fue delante, llevando su propia cruz y murió por ti en la cruz para que tú lleves tu propia cruz y estés dispuesto a morir en ella. Porque si mueres con Él con Él igualmente vivirás. Y si eres su socio en la pena también lo serás en el triunfo” (L. 2, c. 12, n. 2). En la Santa Misa del Primer Domingo de Cuaresma rezaremos: Oh Dios nuestro Padre, con la celebración de esta Cuaresma, signo sacramental de nuestra conversión, concede a tus fieles crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y de dar testimonio de él con una digna conducta de vida” (Colecta). Es una invocación que dirigimos a Dios porque sabemos que sólo Él puede convertir nuestro corazón. Y es sobre todo en la Liturgia, en la participación en los santos misterios, donde somos llevados a recorrer este camino con el Señor; es un ponernos a la escuela de Jesús, recorrer los acontecimientos que nos han traído la salvación, pero no como una simple conmemoración, un recuerdo de hechos pasados. En las acciones litúrgicas, Cristo se hace presente a través de la obra del Espíritu Santo, esos acontecimientos salvíficos se vuelven actuales. Hay una palabra-clave a la que se recurre a menudo en la Liturgia para indicar esto: la palabra “hoy”; y esta debe entenderse en el sentido original, no metafórico. Hoy Dios revela su ley y nos da a elegir hoy entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte (cfr Dt 30,19); hoy "el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,15);hoy Cristo ha muerto en el Calvario y ha resucitado de entre los muertos; ha subido al cielo y se ha sentado a la derecha del Padre; hoy se nos da el Espíritu Santo; hoy es el tiempo favorable. Participar en la Liturgia significa entonces sumergir la propia vida en el misterio de Cristo, en su presencia permanente, recorrer un camino en el que entramos en su muerte y resurrección para tener la vida.
En los domingos de Cuaresma, de forma muy particular en este año litúrgico del ciclo A, somos introducidos a vivir un itinerario bautismal, casi a recorrer el camino de los catecúmenos, de aquellos que se preparan a recibir el Bautismo, para reavivar en nosotros este don y para hacer de modo que nuestra vida recupere las exigencias y los compromisos de este Sacramento, que está en la base de nuestra vida cristiana. En el mensaje que he enviado para esta Cuaresma, que querido recordar el nexo particular que liga el Tiempo cuaresmal al Bautismo. Desde siempre la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo, paso a paso: en él se realiza ese gran misterio por el que el hombre, muerto al pecado, es hecho partícipe de la vida nueva en Cristo Resucitado y recibe el Espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cfr Rm 8,11). Las Lecturas que escucharemos en los próximos domingos y a las que os invito a prestar especial atención, se toman precisamente de la tradición antigua, que acompañaba al catecúmeno en el descubrimiento del Bautismo: son el gran anuncio de lo que Dios obra en este Sacramento, una estupenda catequesis bautismal dirigida a cada uno de nosotros. El Primer Domingo, llamado Domingo de la tentación, porque presenta las tentaciones de Jesús en el desierto, nos invita a renovar nuestra decisión definitiva por Dios y a afrontar con valor la lucha que nos espera para permanecerle fieles. Siempre está de nuevo esta necesidad de la decisión, de resistir al mal, de seguir a Jesús. En este Domingo la Iglesia, tras haber oído el testimonio de los padrinos y catequistas, celebra la elección de aquellos que son admitidos a los Sacramentos Pascuales. El Segundo Domingo es llamado de Abraham y de la Transfiguración. El Bautismo es el sacramento de la fe y de la filiación divina; como Abraham, padre de los creyentes, también nosotros somos invitados a partir, a salir de nuestra tierra, a dejar las seguridades que nos hemos construido, para volver a poner nuestra confianza en Dios; la meta se entrevé en la transfiguración de Cristo, el Hijo amado, en el que también nosotros nos convertimos en “hijos de Dios”. En los domingos sucesivos se presenta el Bautismo en las imágenes del agua, de la luz y de la vida. El Tercer Domingo nos hace encontrar a la Samaritana (cfr Jn 4,5-42). Como Israel en el Éxodo, también nosotros en el Bautismo hemos recibido el agua que salva; Jesús, como dice a la Samaritana, tiene un agua de vida, que extingue toda sed; y este agua es su mismo Espíritu. La Iglesia en este Domingo celebra el primer escrutinio de los catecúmenos y durante la semana les entrega el Símbolo: la Profesión de la fe, el Credo. El Cuarto Domingo nos hace reflexionar sobre la experiencia del “ciego de nacimiento" (cfr Jn 9,1-41). En el Bautismo somos liberados de las tinieblas del mal y recibimos la luz de Cristo para vivir como hijos de la luz. También nosotros debemos aprender a ver la presencia de Dios en el rostro de Cristo y así la luz. En el camino de los catecúmenos se celebra el segundo escrutinio. Finalmente, el Quinto Domingo nos presenta la resurrección de Lázaro (cfr Jn 11,1-45). En el Bautismo hemos pasado de la muerte a la vida y somos hechos capaces de gustar a Dios, de hacer morir el hombre viejo para vivir del Espíritu del Resucitado. Para los catecúmenos, se celebra el tercer escrutinio y durante la semana se les entrega la oración del Señor, el Padrenuestro.
Este itinerario cuaresmal que somos invitados a recorrer en Cuaresma se caracteriza, en la tradición de la Iglesia, por algunas prácticas: el ayuno, la limosna y la oración. El ayuno significa la abstinencia de la comida pero comprende otras formas de privación en aras de una vida más sobria. Todo esto no constituye todavía la realidad plena del ayuno: es el signo externo de una realidad interior, de nuestro compromiso, con la ayuda de Dios, de abstenernos del mal y de vivir el Evangelio. No ayuna de verdad quien no sabe nutrirse de la Palabra de Dios.
El ayuno, en la tradición cristiana, está ligado estrechamente a la limosna. San León Magno enseñaba en uno de sus discursos sobre la Cuaresma: “Cuanto todo cristiano hace siempre, tiene ahora que practicarlo con mayor dedicación y devoción, para cumplir la norma apostólica del ayuno cuaresmal consistente en la abstinencia no sólo de la comida, sino que sobre todo abstinencia de los pecados. A este obligado y santo ayuno, no se le puede añadir obra más útil que la limosna, la que bajo el nombre único de 'misericordia' comprende muchas obras buenas. Inmenso es el campo de las obras de misericordia. No sólo los ricos y pudientes pueden beneficiar a otros con la limosna, también los de modesta o pobre condición. De esta manera, aunque desiguales en los bienes, todos pueden ser iguales en los sentimientos de piedad del alma” (Discurso 6 sobre la Cuaresma, 2: PL 54, 286). San Gregorio Magno recordaba en su Regla Pastoral, que el ayuno es santo por las virtudes que lo acompañan, sobre todo por la caridad, por cada gesto de generosidad que da a los pobres y necesitados el fruto de nuestra privación (cfr 19,10-11).
La Cuaresma, además, es un tiempo privilegiado para la oración. San Agustín dice que el ayuno y la limosna son “las dos alas de la oración”, que le permiten alcanzar mayor impulso y llegar a Dios. Este afirma: “De tal modo nuestra oración, hecha con humildad y caridad, en el ayuno y la limosna, en la templanza y el perdón de las ofensas, dando cosas buenas y no devolviendo las malas, alejándose del mal y haciendo el bien, busca la paz y la consigue. Con las alas de estas virtudes nuestra oración vuela segura y es llevada con más seguridad hasta el cielo, donde Cristo, nuestra paz, nos ha precedido” (Sermón 206, 3 sobre la Cuaresma: PL 38,1042). La Iglesia sabe que, por nuestra debilidad, es muy fatigoso hacer silencio para ponerse delante de Dios, y tomar conciencia de nuestra condición de criaturas que dependen de Él y de pecadores necesitados de su amor; por esto en Cuaresma, nos invita a una oración más fiel e intensa y a una meditación prolongada sobre la Palabra de Dios. San Juan Crisóstomo nos exhorta: “Embellece tu casa con modestia y humildad a través de la práctica de la oración . Vuelve espléndida tu casa con la luz de la justicia; adorna sus paredes con las obras buenas como si fuesen una pátina de oro puro y en lugar de muros y de piedras preciosas coloca la fe y la sobrenatural magnanimidad, poniendo sobre todas las cosas, en alto del frontón, la oración como decoración de todo el complejo. Así preparas al Señor una morada digna, así lo acoges en un espléndido palacio. Él te concederá transformar tu alma en templo de su presencia” (Homilía 6 sobre la Oración: PG64,466).
Queridos amigos, en este camino cuaresmal estemos atentos a acoger la invitación de Cristo a seguirlo de un modo más decidido y coherente, renovando la gracia y los compromisos de nuestro Bautismo, para abandonar el hombre viejo que está en nosotros y revestirnos de Cristo, para, renovados, alcanzar la Pascua y poder decir con san Pablo “no vivo yo, es Cristo que vive en mí” (Gal 2,20). ¡Buen camino cuaresmal a todos vosotros!¡Gracias!