martes, 22 de marzo de 2011

Semana del 27 de Marzo al 2 de Abril de 2011 – Ciclo A Domingo 3º de Cuaresma

Domingo 27 de marzo de 2011 - Dom. 3º de Cuaresma.
Éx 17,3-7: ¿Qué puedo hacer con este pueblo?
Salmo responsorial 94: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: "No endurezcáis vuestro corazón."
Rom 5, 1-2.5-8: El amor ha sido derramado en nosotros con el Espíritu
Evangelio: Jn 4,5-42: Jesús conversa con la samaritana

Recordemos el carácter más o menos aleatorio que tiene la distribución de los textos bíblicos en la liturgia católica. No existe ninguna explicación de cómo se ha hecho tal distribución, ni de por qué tal texto en tal fecha. Una comisión lo decidió así, y no se conocen los criterios que siguió. Quien quiera puede conjeturar sobre ellos. Se observa una “asociación de ideas” o de imágenes entre la primera y la tercera lecturas, mientras la segunda con frecuencia va por sus caminos propios, sin ninguna relación a las otras. La sucesión de los domingos tampoco muestra un criterio claro (como podría ser el de dar pie a un proceso sistematizado de formación teológica o bíblica), ni se da oficialmente la libertad para que al menos algunas comunidades especiales (jóvenes, grupos de formación, ambientes especiales...) pudieran hacer su propio «calendario litúrgico»... Son temas que quedan pendientes para una próxima reforma litúrgica...
Por lo demás, es claro que los textos propuestos en la liturgia están siempre a disposición de una interpretación libre. Son como una poesía o una imagen simbólica: cada comunidad es libre de abordarlos desde el punto de vista que prefiera, y es casi imposible que dos cristianos, dos biblistas o agentes de pastoral encuentren la misma resonancia ante un mismo texto: a cada uno le evocará recuerdos y sugerencias de acción distintos. «Lo que se recibe, se recibe según el modo del que recibe», dice el adagio clásico. Aquí también.
Nuestro Servicio Bíblico Latinoamericano ofrece estos comentarios teológico-pastorales a los textos bíblicos de la liturgia (católica) también desde una sensibilidad propia, con un transfondo de opciones, de visión del mundo y de vivencia de la fe, propios. Y los ofrece con humildad, sabiendo que no son los únicos, ni los mejores; son simplemente los nuestros, los que podemos compartir con quienes sintonizan con esta espiritualidad que con frecuencia llamamos «latinoamericana», no necesariamente de un modo geográfico-material, sino en referencia a una «geografía espiritual».
Después de esta introducción que no es “propia de este domingo”, entremos de lleno al comentario de los textos.
El texto estrella es el de la samaritana. Prácticamente, el capítulo cuarto entero del evangelio de Juan. El famoso episodio del encuentro de Jesús con la samaritana.
Algo que nos parece importante siempre que se comenta un texto del evangelio de Juan, es la apelación a su carácter simbólico peculiar. Juan no es un evangelio sinóptico, no es un texto narrativo, ni lo que nos cuenta es probablemente histórico. Juan es un evangelio enteramente simbólico, en el que los símbolos han sido extrapolados hasta desplazar a la realidad. En Juan no hay símiles, sino identificaciones: Yo soy la vid, le hará decir Juan a Jesús; no “yo soy como la vid”, no, sino que “soy la vid verdadera”, las demás vides -las de la realidad- no son verdaderas. “Yo soy el Pan verdadero”: el resto de los panes son... sucedáneos. Yo tengo el agua verdadera, la que “salta hasta la vida eterna”, la otra no quita la sed...
Al comenzar a comentar cualquier texto del evangelio de Juan es bueno recordar este estilo literario y simbólico enteramente peculiar de Jesús. Por respeto al público oyente sencillo, es conveniente recordar muy claramente que no estamos escuchando sencillamente la narración de una conversación tal como fue, sino que se trata de una sofisticada composición teológica, con intenciones muy profundas y a veces nada fáciles de detectar. Y que, claro está, se inscribe en el mundo mental e ideológico peculiar de Juan, enormemente alejado del nuestro, y que esta barrera cultural que nos separa del autor exige prudencia para no dar por válida cualquier conclusión.
De entre las muchas interpretaciones de que este texto puede ser objeto, nos vamos a fijar en dos dimensiones menos acostumbradas, y muy elocuentes para hoy: la superación de la religión y, consecuentemente, la apertura al diálogo interreligioso.
Está de moda el diálogo interreligioso en la teología y en el cristianismo en general. La situación del mundo actual no sólo lo posibilita sino que lo hace intevitable. El mundo actual está “barajado’ religiosamente. A diferencia del pasado, en el mundo actual las sociedades son plurales, cultural y religiosamente. Las migraciones, los intercambios y la misma «mundialización», hacen que todas las religiones se encuentran hoy diariamente con las demás, constante e inevitablemente, mientras que durante milenios han vivido prácticamente aisladas, tan distantes, que cómodamente podían pensarse a sí mismas como únicas.
Jesús no vivió en este contexto pluralmente religioso como el nuestro, pero sí tenía que pasar por Samaria en sus viajes de Galilea a Jerusalén y viceversa. Este episodio simbólico del evangelio de Juan nos permite representarnos el comportamiento de Jesús respecto a este pueblo que, si bien no era propiamente de “otra religión”, era considerado incluso como más distante, por ser tenido como hereje o cismático.
Jesús dialoga con la samaritana, incluso por propia iniciativa. Juan no nos lo presenta como a la defensiva o sólo respondiendo. La iniciativa original, el acercamiento, es de Jesús.
Puede ser importante destacar que Jesús dialoga interreligiosamente porque tiene un transfondo de «teología pluralista de las religiones», diríamos en lenguaje actual, con evidente anacronismo. No es primero el diálogo, y después la teología de las religiones, sino al revés: porque se tiene una visión abierta de la relación entre las religiones, por eso es por lo que se puede dialogar interreligiosamente.
¿«Dónde hay que adorar, en Jerusalén o en Garitzín»?, le pregunta la samaritana. Es decir, ¿cuál es la religión verdadera? Y Jesús tiene una respuesta verdaderamente revolucionaria, que todavía no han asimilado los teólogos del pluralismo religioso. Jesús no dice que Jerusalén o Gartizín resulten opciones inválidas (religiones falsas), pero sí dice que quien quiera ir más al fondo («los verdaderos adoradores») no va a tener que ir ni a un lugar ni a otro, ni en una ni en otra religión, sino «en espíritu y en verdad», es decir, adentrándose verdaderamente en la «religación» profunda.

Es una respuesta revolucionaria: las religiones son relativas, hay algo más allá de ellas, a cuyo servicio están todas. No hay una religión absoluta, a la que todas las demás deban ceder el paso. La única religiosidad absoluta (la “única religación verdadera”) es la «adoración en espíritu y en verdad», más allá de una u otra religión.
Un autor como Thomas Sheehan (The First Coming: How the Kingdom of God Became Christianity, Random House 1986), sostiene que la novedad de Jesús consiste en la abolición de todas las religiones, de forma que podamos redescubrir nuestra relación con Dios (religación) en el mismo proceso de la creación y de la vida, en la historia. Puede asustar semejante afirmación, pero sólo de entrada. Recordando bien, sabemos que Jesús no «fundó» la Iglesia (es ésta la que se fundó después, y se fundó en Jesús). Jesús siempre se mantuvo judío, y nunca pensó en fundar otra religión, sino en todo caso en superarla. ¿Habrá sido el cristianismo una dimidiada inteligencia de lo que Jesús quería, aquello que luego cristalizó en el siglo IV en medio de los enormes condicionamientos históricos de aquella época marcada por un imperio en decadencia? ¿Será que hoy, en medio de una grave crisis de las religiones y particularmente de las instituciones religiosas, se nos presenta una nueva y mejor oportunidad de entender y poner en práctica el mensaje de Jesús? No sabemos, pero la vuelta a Jesús nos invita a reflexionar y discernir con humildad, y a buscar con paciencia.
Se extiende y se cita cada día más la distinción entre «religión y religación»... siendo lo importante lo segundo, la «religación» -sin atarse demasiado a su etimología-, mientras que la religión, las religiones, no serían más que formas concretas diferentes que esa dimensión profunda del ser humano ha adoptado a lo largo de la historia. Lo importante -es obvio- no son las formas, sino el contenido que vehiculan, la dimensión profunda a la que responden. ¿Y quién nos dice que esa dimensión profunda no puede asumir otras formas diferentes, o que no las está asumiendo ya, y que eso que llamamos crisis de la religión no es más que una transformación de las formas que la religación va a adoptar en el (próximo) futuro? Probablmente la crisis de la religión va a ser -o está siendo ya- la oportunidad de la religación.
Respecto a la gravedad de la crisis de las religiones, se puede consultar un documento reciente, significativo, el Informe Jóvenes españoles 2010 (Fundación Santa María, Madrid 2010, el octavo informe de la Fundación desde que comenzó en 1982). Y como reflexión teórica, proponiendo una interpretación antropológico-cultural de la crisis global de la religión, recomendamos Mariá CORBÍ, Religión sin religión, PPC, Madrid 1986 (disponible en: www.servicioskoinonia.org/biblioteca), así como este artículo: http://servicioskoinonia.org/relat/352.htm

Para la revisión de vida
- Jesús dice a la samaritana que «los verdaderos adoradores, adorarán al Padre en espíritu y en verdad», es decir, con el corazón, desde lo profundo, y con las obras de la justicia y del amor, no tanto con ritos o prácticas de «la religión verdadera» (Jerusalén o Garitzín). Mi religión... ¿está todavía muy pendiente de lo superficialmente «religioso», o apunta hacia la profundidad de la «religación», de una «religión más allá de la religión formal»? ¿Qué tipo de culto le doy yo a Dios? ¿«En espíritu y en verdad»? ¿Veo el templo como un valor absoluto, o reconozco que Dios habita, sobre todo, en los pobres, en la justicia y el amor?

Para la reunión de grupo
- Las respuestas de Jesús a las dudas e inquietudes de la mujer samaritana se elevan a principios fundamentales que hoy han cobrado palpitante actualidad en el tema del “pluralismo religioso”. ¿Dónde hay que adorar, en Jerusalén o en Garitzín? ¿Cuál es «la religión verdadera»? ¿Qué sentido tiene esta pluralidad tan numerosa de religiones? ¿Hay una religión que es la verdadera frente a las demás? ¿El Tíber de Roma es mejor que el Jordán de Palestina, o el Ganges de la India, o el Támesis de Londres o cualquiera de los “ríos sagrados” que dan cauce a las expresiones religiosas de la humanidad? Analizar en grupo la respuesta de Jesús a la samaritana. Ver su aplicación hoy día no ya a la alternativa Jerusalén/Garitzín, sino a la problemática tan llamativa del pluralismo religioso. - Tomar algún otro de los temas teóricos sugeridos en el comentario a las lecturas, con su bibliografía sugerida, y organizar una reunión de estudio.

Para la oración de los fieles
- Para que como Jesús tengamos una actitud de apertura y diálogo hacia todos los hermanos, sean de la religión que sean. Roguemos al Señor
- Para que acojamos con respeto y con cariño la pluralidad religiosa creciente de nuestras sociedades, cultivando actitudes de apertura, de convivencia fraterna y de colaboración. Roguemos al Señor.
- Para que pongamos el acento en ser religiosos «en espíritu y en verdad», como pedía Jesús, seguros de que ahí nos encontraremos con todos los hermanos y hermanas de todos los credos. Roguemos...
- Para que aquellos que, en nuestra sociedad moderna, mueren de sed de amor, de cariño, de compañía, encuentren personas cercanas y solidarias. Rogamos...
- Para que todos los que viven sirviendo a sus hermanos nunca desfallezcan por cansancio ni desánimo. Roguemos...
- Para que asumamos con esperanza los desafíos y las oportunidades que nos presenta la crisis actual de las religiones. Rogamos...

Oración comunitaria
Dios, Padre Madre universal, que en Jesús nos indicas cuál es la verdadera religión, más allá de toda religión formal. Haz que comprendamos que ha llegado la hora en que como verdaderos adoradores te adoremos en espíritu y en verdad, en justicia y amor, en apertura y solidaridad con todos nuestros hermanos y hermanas. Como nos enseñó Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.

Misterio infinito cuya sed han sentido todos los humanos desde el comienzo de su existencia... que has hecho emerger en la conciencia colectiva de los pueblos innumerables formas de reverencia, de adoración, de mística, de transcendencia... de religación o espiritualidad, expresada después, en los últimos milenios, en las religiones, grandes y pequeñas, de todos los pueblos... Continúa animando, inspirando, moviendo en lo profundo, vitalizando la inmensa religación que nos une y nos transforma, a la búsqueda de formas más adecuadas para comulgar en Espíritu y en Verdad.

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NOTICIAS

El verdadero ayuno, nutrirse de la Palabra de Dios, dice el Papa
Invita a todos a vivir el “recorrido bautismal” de la Cuaresma
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 9 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI explicó hoy que el ayuno no es un fin en sí mismo, sino el “signo externo” de una “realidad interior”, que es el de saber “vivir del Evangelio”.
Benedicto XVI quiso dedicar su catequesis de hoy, Miércoles de Ceniza, a reflexionar sobre la Cuaresma y sobre las prácticas piadosas ligadas a ella, que son el ayuno, la oración y la limosna.
El ayuno “significa la abstinencia de la comida, pero comprende otras formas de privación en aras de una vida más sobria”.
Sin embargo, “todo esto no constituye todavía la realidad plena del ayuno: es el signo externo de una realidad interior, de nuestro compromiso, con la ayuda de Dios, de abstenernos del mal y de vivir el Evangelio”.
“No ayuna de verdad quien no sabe nutrirse de la Palabra de Dios”, afirmó el Papa.
“El ayuno, en la tradición cristiana, está ligado estrechamente a la limosna”, afirmó el Papa
En este sentido, recordó con san Agustín que tanto el ayuno como la limosna son “las dos alas de la oración”, que le permiten alcanzar mayor impulso y llegar a Dios.
“La Iglesia sabe que, por nuestra debilidad, es muy fatigoso hacer silencio para ponerse delante de Dios, y tomar conciencia de nuestra condición de criaturas que dependen de Él y de pecadores necesitados de su amor”, subrayó el Papa.
Por esto, “en Cuaresma, nos invita a una oración más fiel e intensa y a una meditación prolongada sobre la Palabra de Dios”.
Pero ante todo, en línea con su Mensaje para la Cuaresma de este año, el Pontífice invitó a todos los fieles a “revivir” el propio bautismo, pues la Cuaresma, y especialmente en este ciclo litúrgico A, ha sido en la tradición de la Iglesia el itinerario que los catecúmenos debían recorrer antes de recibir el sacramento la noche de Pascua.
El Papa invitó a todos a vivir este “itinerario bautismal”, para “reavivar en nosotros este don y para hacer de modo que nuestra vida recupere las exigencias y los compromisos de este Sacramento, que está en la base de nuestra vida cristiana”.
“Desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo, paso a paso: en él se realiza ese gran misterio por el que el hombre, muerto al pecado, es hecho partícipe de la vida nueva en Cristo Resucitado y recibe el Espíritu de Dios”.
Las lecturas de los próximos domingos, explicó el Pontífice, “se toman precisamente de la tradición antigua, que acompañaba al catecúmeno en el descubrimiento del Bautismo: son el gran anuncio de lo que Dios obra en este Sacramento, una estupenda catequesis bautismal dirigida a cada uno de nosotros”.
El Papa fue desgranando uno por uno el significado de los evangelios de cada uno de los cinco domingos próximos, explicando también cuáles eran los pasos (escrutinios, adhesión al Credo, iniciación a la oración cristiana) que el catecúmeno debía seguir durante este itinerario.
Exhortó a los fieles a estar “atentos a acoger la invitación de Cristo a seguirlo de un modo más decidido y coherente, renovando la gracia y los compromisos de nuestro Bautismo, para abandonar el hombre viejo que está en nosotros y revestirnos de Cristo”.
La Cuaresma, añadió por último, “es un camino, es acompañar a Jesús que sube a Jerusalén, lugar del cumplimiento de su misterio de pasión, muerte y resurrección”.
Así, explicó, “nos recuerda que la vida cristiana es un “camino” que recorrer, que consiste no tanto en una ley que observar, sino la persona misma de Cristo, a la que hay que encontrar, acoger, seguir”.
“Es sobre todo en la Liturgia, en la participación en los santos misterios, donde somos llevados a recorrer este camino con el Señor; es un ponernos a la escuela de Jesús, recorrer los acontecimientos que nos han traido la salvación”.
Pero esta vivencia no es “una simple conmemoración, un recuerdo de hechos pasados”, sino que “en las acciones litúrgicas, Cristo se hace presente a través de la obra del Espíritu Santo, esos acontecimientos salvíficos se vuelven actuales”.
Participar en la Liturgia, concluyó, significa “sumergir la propia vida en el misterio de Cristo, en su presencia permanente, recorrer un camino en el que entramos en su muerte y resurrección para tener la vida”.


Benedicto XVI: limosna, oración y ayuno, “trazado de la pedagogía divina”
Misa del Miércoles de Ceniza en Santa Sabina
ROMA, miércoles 9 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- La limosna, la oración y el ayuno, las tres obras fundamnetales de piedad previstas por la ley mosaica y citadas por Jesús en el Evangelio de este Miércoles de Ceniza, representan el “trazado de la pedagogía divina”.
Así lo afirmó el Papa Benedicto XVI durante la misa con imposición de las Cenizas, celebrada hoy en la Basílica romana de Santa Sabina, con la que comienza el tiempo de Cuaresma.
En el pasaje evangélico del día (Mt 6,1-6, 16-18), Jesús recuerda que la limosna, la oración y el ayuno caracterizan al judío observante de la ley.
“Con el paso del tiempo, estas prescripciones habían sido manchadas por la herrumbre del formalismo exterior, o incluso se habían transformado en un signo de superioridad.”, explicó el Papa.
“Cuando se realiza algo bueno, casi instintivamente nace el deseo de ser estimados y admirados por la buena acción, de tener una satisfacción”.
Esto, indicó, “por una parte nos cierra en nosotros mismos, y por la otra nos saca de nosotros mismos, porque vivimos proyectados hacia lo que los demás piensan de nosotros y admiran en nosotros”.
Al volver a proponer estas prescripciones, Jesús “invita a redescubrir estas tres obras de piedad viviéndolas de modo más profundo, no por amor propio sino por amor de Dios, como medios en el camino de conversión a Él”.
“Limosna, oración y ayuno: es el trazado de la pedagogía divina que nos acompaña, no solo en Cuaresma, hacia el encuentro con el Señor Resucitado; un trazado que recorrer sin ostentación, en la certeza de que el Padre celeste sabe leer y ver también en el secreto de nuestro corazón”.
Conversión sincera
El tiempo litúrgico de la Cuaresma, prosiguió el Pontífice, exhorta al compromiso de “convertir nuestro corazón hacia los horizontes de la Gracia”.
“En general, en la opinión común, este tiempo corre el riesgo de ser connotado por la tristeza, por la oscuridad de la vida”, reconoció.
La Cuaresma, en cambio, “es un don precioso de Dios, es un tiempo fuerte y denso de significados en el camino de la Iglesia, es el itinerario hacia la Pascua del Señor”.
Este tiempo invita no a una “conversión superficial y transitoria”, sino a “un itinerario espiritual que tiene que ver profundamente con las actitudes de la conciencia y que supone un sincero propósito de arrepentimiento”.
Esta conversión auténtica, indicó, “es posible porque Dios es rico en misericordia y grande en el amor. La suya es una misericordia regeneradora, que crea en nosotros un corazón puro, renueva en el interior un espíritu firme, restituyéndonos la alegría de la salvación”.
La Cuaresma, por tanto, es “un camino de cuarenta días donde experimentar de modo eficaz el amor misericordioso de Dios”, “conscientes siempre de no poder llevar a cabo nuestra conversión nosotros solos, con nuestras fuerzas, porque es Dios quien nos convierte”.
“Todos pueden abrirse a la acción de Dios, a su amor”, recordó Benedicto XVI.
“Con nuestro testimonio evangélico, los cristianos debemos ser un mensaje viviente, al contrario, en muchos casos somos el único Evangelio que los hombres de hoy leen aún”.
La responsabilidad de los cristianos, afirmó, es la de “vivir bien la Cuaresma: ofrecer el testimonio de la fe vivida a un mundo en dificultad que necesita volver a Dios, que tiene necesidad de conversión”.
Procesión por Roma
Benedicto XVI inició con la oración “Reaviva en nosotros la idea de que somos polvo y en polvo nos convertiremos” la ceremonia del jueves de cuaresma, en la asamblea de oración realizada en la iglesia de San Anselmo, abadía primacial del orden de los Benedictinos.
Aquí en el monte Aventino, uno de los siete de Roma originaria, en una tarde fría y soleada, la procesión partió con el canto de las Letanías de Todos los Santos hacia la vecina iglesia paleocristiana (siglo V) de Santa Sabina.
El cortejo que se desplazó a paso lento, encabezado por los monjes con sus hábitos negros los benedictinos y blanco y negro los dominicos, seguidos por sacerdotes, obispos, cardenales y el Santo Padre.
El jueves de cenizas es considerado la puerta de ingreso de la Cuaresma y tiene un doble significado: invita a la penitencia y recuerda la precariedad de la condición humana.
Al ingreso de Santa Sabina, donde se celebró la eucaristía y el rito de la bendición e imposición de las cenzas, el Coro de la Capilla Sixtina entonaba en polifónico el “ Attende Domine, et miserere quia peccavimus tibi” que se alternaba con el canto gregoriano de los monjes.
El Papa que hasta Santa Sabina endosaba el color púrpura, después del ingreso tomó los paramentos violas, el color de la penitencia, y la mitra blanca.
Después de bendecir las cenizas con la aspersión del agua bendita, el Pontífice recibió las cenizas en su cabeza por el cardenal eslovaco Jozef Tomko, prefecto emérito de la Congregación para la Evangelización de los pueblos y titular de Santa Sabina.
El Papa impuso las cenizas a diversos purpurados, eclesiásticos y fieles, y después prosiguió la celebración de la santa misa, que concluyó con el coro que cantaba el Ave Regina Coelorum.


Benedicto XVI: El recorrido bautismal de la Cuaresma
Hoy en la Audiencia General
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 9 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la catequesis que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy Miércoles de Ceniza, durante la Audiencia General celebrada en el Aula Pablo VI.
* * * * *
Queridos hermanos y hermanas,
Hoy, marcados por el austero símbolo de las Cenizas, entramos en el Tiempo de Cuaresma, iniciando un itinerario espiritual que nos prepara a celebrar dignamente los misterios pascuales. La ceniza bendecida impuesta sobre nuestra cabeza es un signo que nos recuerda nuestra condición de criaturas, nos invita a la penitencia y a intensificar el empeño de conversión para seguir cada vez más al Señor.
La Cuaresma es un camino, es acompañar a Jesús que sube a Jerusalén, lugar del cumplimiento de su misterio de pasión, muerte y resurrección; nos recuerda que la vida cristiana es un “camino” que recorrer, que consiste no tanto en una ley que observar, sino la persona misma de Cristo, a la que hay que encontrar, acoger, seguir. Jesús, de hecho, nos dice: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga" (Lc 9,23). Es decir, nos dice que para llegar con Él a la luz y a la alegría de la resurrección, a la victoria de la vida, del amor, del bien. También nosotros debemos tomar la cruz de cada día, como nos exhorta una bella página de la Imitación de Cristo: "Carga con tu cruz y sigue a Jesús; así irás hacia la vida eterna. Él fue delante, llevando su propia cruz y murió por ti en la cruz para que tú lleves tu propia cruz y estés dispuesto a morir en ella. Porque si mueres con Él con Él igualmente vivirás. Y si eres su socio en la pena también lo serás en el triunfo” (L. 2, c. 12, n. 2). En la Santa Misa del Primer Domingo de Cuaresma rezaremos: Oh Dios nuestro Padre, con la celebración de esta Cuaresma, signo sacramental de nuestra conversión, concede a tus fieles crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y de dar testimonio de él con una digna conducta de vida” (Colecta). Es una invocación que dirigimos a Dios porque sabemos que sólo Él puede convertir nuestro corazón. Y es sobre todo en la Liturgia, en la participación en los santos misterios, donde somos llevados a recorrer este camino con el Señor; es un ponernos a la escuela de Jesús, recorrer los acontecimientos que nos han traído la salvación, pero no como una simple conmemoración, un recuerdo de hechos pasados. En las acciones litúrgicas, Cristo se hace presente a través de la obra del Espíritu Santo, esos acontecimientos salvíficos se vuelven actuales. Hay una palabra-clave a la que se recurre a menudo en la Liturgia para indicar esto: la palabra “hoy”; y esta debe entenderse en el sentido original, no metafórico. Hoy Dios revela su ley y nos da a elegir hoy entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte (cfr Dt 30,19); hoy "el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,15);hoy Cristo ha muerto en el Calvario y ha resucitado de entre los muertos; ha subido al cielo y se ha sentado a la derecha del Padre; hoy se nos da el Espíritu Santo; hoy es el tiempo favorable. Participar en la Liturgia significa entonces sumergir la propia vida en el misterio de Cristo, en su presencia permanente, recorrer un camino en el que entramos en su muerte y resurrección para tener la vida.
En los domingos de Cuaresma, de forma muy particular en este año litúrgico del ciclo A, somos introducidos a vivir un itinerario bautismal, casi a recorrer el camino de los catecúmenos, de aquellos que se preparan a recibir el Bautismo, para reavivar en nosotros este don y para hacer de modo que nuestra vida recupere las exigencias y los compromisos de este Sacramento, que está en la base de nuestra vida cristiana. En el mensaje que he enviado para esta Cuaresma, que querido recordar el nexo particular que liga el Tiempo cuaresmal al Bautismo. Desde siempre la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo, paso a paso: en él se realiza ese gran misterio por el que el hombre, muerto al pecado, es hecho partícipe de la vida nueva en Cristo Resucitado y recibe el Espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cfr Rm 8,11). Las Lecturas que escucharemos en los próximos domingos y a las que os invito a prestar especial atención, se toman precisamente de la tradición antigua, que acompañaba al catecúmeno en el descubrimiento del Bautismo: son el gran anuncio de lo que Dios obra en este Sacramento, una estupenda catequesis bautismal dirigida a cada uno de nosotros. El Primer Domingo, llamado Domingo de la tentación, porque presenta las tentaciones de Jesús en el desierto, nos invita a renovar nuestra decisión definitiva por Dios y a afrontar con valor la lucha que nos espera para permanecerle fieles. Siempre está de nuevo esta necesidad de la decisión, de resistir al mal, de seguir a Jesús. En este Domingo la Iglesia, tras haber oído el testimonio de los padrinos y catequistas, celebra la elección de aquellos que son admitidos a los Sacramentos Pascuales. El Segundo Domingo es llamado de Abraham y de la Transfiguración. El Bautismo es el sacramento de la fe y de la filiación divina; como Abraham, padre de los creyentes, también nosotros somos invitados a partir, a salir de nuestra tierra, a dejar las seguridades que nos hemos construido, para volver a poner nuestra confianza en Dios; la meta se entrevé en la transfiguración de Cristo, el Hijo amado, en el que también nosotros nos convertimos en “hijos de Dios”. En los domingos sucesivos se presenta el Bautismo en las imágenes del agua, de la luz y de la vida. El Tercer Domingo nos hace encontrar a la Samaritana (cfr Jn 4,5-42). Como Israel en el Éxodo, también nosotros en el Bautismo hemos recibido el agua que salva; Jesús, como dice a la Samaritana, tiene un agua de vida, que extingue toda sed; y este agua es su mismo Espíritu. La Iglesia en este Domingo celebra el primer escrutinio de los catecúmenos y durante la semana les entrega el Símbolo: la Profesión de la fe, el Credo. El Cuarto Domingo nos hace reflexionar sobre la experiencia del “ciego de nacimiento" (cfr Jn 9,1-41). En el Bautismo somos liberados de las tinieblas del mal y recibimos la luz de Cristo para vivir como hijos de la luz. También nosotros debemos aprender a ver la presencia de Dios en el rostro de Cristo y así la luz. En el camino de los catecúmenos se celebra el segundo escrutinio. Finalmente, el Quinto Domingo nos presenta la resurrección de Lázaro (cfr Jn 11,1-45). En el Bautismo hemos pasado de la muerte a la vida y somos hechos capaces de gustar a Dios, de hacer morir el hombre viejo para vivir del Espíritu del Resucitado. Para los catecúmenos, se celebra el tercer escrutinio y durante la semana se les entrega la oración del Señor, el Padrenuestro.
Este itinerario cuaresmal que somos invitados a recorrer en Cuaresma se caracteriza, en la tradición de la Iglesia, por algunas prácticas: el ayuno, la limosna y la oración. El ayuno significa la abstinencia de la comida pero comprende otras formas de privación en aras de una vida más sobria. Todo esto no constituye todavía la realidad plena del ayuno: es el signo externo de una realidad interior, de nuestro compromiso, con la ayuda de Dios, de abstenernos del mal y de vivir el Evangelio. No ayuna de verdad quien no sabe nutrirse de la Palabra de Dios.
El ayuno, en la tradición cristiana, está ligado estrechamente a la limosna. San León Magno enseñaba en uno de sus discursos sobre la Cuaresma: “Cuanto todo cristiano hace siempre, tiene ahora que practicarlo con mayor dedicación y devoción, para cumplir la norma apostólica del ayuno cuaresmal consistente en la abstinencia no sólo de la comida, sino que sobre todo abstinencia de los pecados. A este obligado y santo ayuno, no se le puede añadir obra más útil que la limosna, la que bajo el nombre único de 'misericordia' comprende muchas obras buenas. Inmenso es el campo de las obras de misericordia. No sólo los ricos y pudientes pueden beneficiar a otros con la limosna, también los de modesta o pobre condición. De esta manera, aunque desiguales en los bienes, todos pueden ser iguales en los sentimientos de piedad del alma” (Discurso 6 sobre la Cuaresma, 2: PL 54, 286). San Gregorio Magno recordaba en su Regla Pastoral, que el ayuno es santo por las virtudes que lo acompañan, sobre todo por la caridad, por cada gesto de generosidad que da a los pobres y necesitados el fruto de nuestra privación (cfr 19,10-11).
La Cuaresma, además, es un tiempo privilegiado para la oración. San Agustín dice que el ayuno y la limosna son “las dos alas de la oración”, que le permiten alcanzar mayor impulso y llegar a Dios. Este afirma: “De tal modo nuestra oración, hecha con humildad y caridad, en el ayuno y la limosna, en la templanza y el perdón de las ofensas, dando cosas buenas y no devolviendo las malas, alejándose del mal y haciendo el bien, busca la paz y la consigue. Con las alas de estas virtudes nuestra oración vuela segura y es llevada con más seguridad hasta el cielo, donde Cristo, nuestra paz, nos ha precedido” (Sermón 206, 3 sobre la Cuaresma: PL 38,1042). La Iglesia sabe que, por nuestra debilidad, es muy fatigoso hacer silencio para ponerse delante de Dios, y tomar conciencia de nuestra condición de criaturas que dependen de Él y de pecadores necesitados de su amor; por esto en Cuaresma, nos invita a una oración más fiel e intensa y a una meditación prolongada sobre la Palabra de Dios. San Juan Crisóstomo nos exhorta: “Embellece tu casa con modestia y humildad a través de la práctica de la oración . Vuelve espléndida tu casa con la luz de la justicia; adorna sus paredes con las obras buenas como si fuesen una pátina de oro puro y en lugar de muros y de piedras preciosas coloca la fe y la sobrenatural magnanimidad, poniendo sobre todas las cosas, en alto del frontón, la oración como decoración de todo el complejo. Así preparas al Señor una morada digna, así lo acoges en un espléndido palacio. Él te concederá transformar tu alma en templo de su presencia” (Homilía 6 sobre la Oración: PG64,466).
Queridos amigos, en este camino cuaresmal estemos atentos a acoger la invitación de Cristo a seguirlo de un modo más decidido y coherente, renovando la gracia y los compromisos de nuestro Bautismo, para abandonar el hombre viejo que está en nosotros y revestirnos de Cristo, para, renovados, alcanzar la Pascua y poder decir con san Pablo “no vivo yo, es Cristo que vive en mí” (Gal 2,20). ¡Buen camino cuaresmal a todos vosotros!¡Gracias!